Alcohol y diabetes

Contenido del artículo

      • Alcohol en diabetes tipo 1
      • Alcohol en diabetes tipo 2
      • Alcohol y diabetes gestacional
      • Conclusión

El alcohol es consumido por los humanos desde tiempos inmemoriales. Se sabe que civilizaciones como los antiguos egipcios ya lo consumían, y todas las sociedades a lo largo y ancho del planeta lo consumen.

De hecho, nuestro cuerpo está preparado para su consumo, ya que disponemos de enzimas que lo metabolizan y lo eliminan del cuerpo, por tanto, parece claro que nos ha acompañado durante muchísimos años de evolución.

El consumo elevado de alcohol aumenta la mortalidad por todas las causas, y aumenta la incidencia de patologías crónicas como diabetes o hipertensión. Sin embargo, los intentos por prohibirlo ya sabemos cómo acaban (Hola, Al Capone). Por ello se han realizado y se siguen llevando a cabo campañas constantes desde las autoridades sanitarias para reducir su consumo.

Y aunque este se está reduciendo en los últimos tiempos, alrededor del 90% de la población española consume alcohol de forma ocasional, y casi el 15% de forma diaria. Así que, al menos de momento, forma parte indisoluble de la sociedad y por tanto debemos conocer qué efectos tiene en la población con diabetes.

En esta población, el consumo de alcohol está relacionado con un peor control de los niveles de glucosa, una menor monitorización de estos y una menor adherencia a la medicación e incluso al uso de insulina exógena, sobre todo cuanto mayor sea dicho consumo.

Veamos ahora qué sucede cuando consumimos alcohol en cada una de las distintas formas de diabetes.

Alcohol en diabetes tipo 1

El consumo de alcohol tiene un efecto hipoglucemiante en pacientes con diabetes tipo 1. Es decir, produce la bajada en los niveles de glucosa en sangre durante las 6-8h posteriores al consumo, y por tanto un aumento del riesgo de sufrir hipoglucemia moderadas e incluso severas.

Está disminución de la glucemia viene derivada en parte por la disminución en la producción de glucosa (gluconeogénesis) que tiene lugar en el hígado, debido sobre todo a la inhibición sobre la hormona del crecimiento que produce el alcohol.

Por esta misma razón también disminuye la cantidad de ácidos grasos en sangre, al inhibir la lipólisis en el tejido adiposo. Además de esto, el alcohol impide o dificulta la capacidad para detectar los síntomas de hipoglucemia por razones obvias.

Por todo esto se aconseja acompañar el consumo de alcohol con algo de comida, especialmente hidratos de carbono. Los alimentos ralentizarán la absorción del alcohol y disminuirán sus efectos perjudiciales.

En estudios donde se consumió entre 0.7 y 1 g/kg de alcohol acompañado de comida, que son dosis moderadas o incluso altas, no se observó efecto hipoglucemiante del consumo de alcohol en las horas cercanas.

Fuente: Effect of meal composition and alcohol consumption on postprandial glucosa concentration in subjects with type 1 diabetes: a randomized crossover trial

No obstante, sí se ha visto que en las horas posteriores (12-16h), como a la mañana siguiente, los niveles de glucosa son menores tras el consumo de alcohol en estas cantidades y se dan hipoglucemias con facilidad, especialmente si el consumo de alcohol es después de la cena.

En esta línea, una recomendación a tener en cuenta sería la de irse a dormir después de haber consumido alcohol con una glucemia por encima de 100 mg/dL, debido al riesgo de hipoglucemia nocturna.

Para resumir: si vamos a consumir alcohol, una estrategia inteligente (si a consumir alcohol en grandes cantidades lo podemos llamar inteligente) sería la de reducir las dosis de insulina de larga duración y a la vez consumir hidratos de carbono de forma simultánea a la ingesta de alcohol e incluso unas horas después.

Alcohol en diabetes tipo 2

Antes de empezar a hablar de sus efectos en diabetes tipo 2, me parece reseñable remarcar que distintos estudios muestran un menor riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 en personas con un consumo de leve a moderado (5-50g/d), frente a abstemios y personas con un consumo elevado.

Fuente: Alcohol and type 2 diabetes. A review

Esto indica que en pequeñas dosis podría ser levemente protector, y más adelante veremos las posibles explicaciones. Continuemos.

Además de inhibir la gluconeogénesis como hemos visto que sucede en personas con diabetes tipo 1, el alcohol estimula la liberación de insulina en respuesta a la glucosa. Por ello los estudios arrojan datos muy interesantes (y sorprendentes) a la hora de estudiar a población con diabetes tipo 2.

Parece que pequeñas cantidades de alcohol aumentan la sensibilidad a la insulina, especialmente en personas con sobrepeso (que sufren de resistencia a la insulina). Por ello distintas investigaciones muestran que el consumo moderado de alcohol durante una comida disminuye los niveles de glucosa post-ingesta y aumenta los de insulina.

Por otro lado, se ha visto una disminución del riesgo cardiovascular con su consumo a largo plazo, que se explica por las disminuciones en los niveles de triglicéridos y LDL y aumentos en los valores de HDL, todos relacionados con la salud cardiovascular y alterados en pacientes con dislipemia.

Respecto al impacto del alcohol, el tipo de bebida (fermentada frente a destilada) y el tipo de consumo (leve a diario frente a elevado en fines de semana) influyen. Por ejemplo, en un estudio el consumo de 210g de alcohol a lo largo de la semana (30g/d) no aumentaba el riesgo de desarrollar diabetes. En cambio, esa misma cantidad repartida entre 1 y 3 días multiplicaba por 5 el riesgo.

Las cantidades de las que te he hablado son demasiado elevadas si en lugar del corazón apuntamos al cerebro. Los efectos tóxicos del alcohol sobre las neuronas son de sobra conocidos, y aparecen a dosis menores.

Por ejemplo, según un estudio en más de 30 mil pacientes, la única dosis segura a nivel neuronal serían 2 cervezas al día o una copa de vino (siendo esta última más recomendable). Con dosis mayores se observa menor materia gris, menor materia blanca y menor volumen cerebral total.

Cifras muy similares a las que apunta una revisión, según la cual un consumo bajo de alcohol no se relaciona con el desarrollo de cáncer (con la excepción de cáncer de mama en mujeres y colorrectal en hombres), pero sí consumos moderados y por supuesto elevados.

Como he dicho, el tipo de bebida es importante, ya que los beneficios del consumo de alcohol provienen especialmente del contenido en polifenoles y otros compuestos bioactivos, presentes sobre todo en el vino y también en la cerveza, y no en bebidas destiladas como ginebra o whisky.

Veamos ahora la otra cara de la moneda. Un consumo elevado de alcohol en diabéticos aumenta el riesgo de desarrollar enfermedades hepáticas, nefropatía diabética, neuropatía y retinopatías, entre otras, y de mortalidad por todas las causas.

Por otro lado, el efecto que el alcohol tiene sobre el organismo puede variar según el antidiabético oral que se esté consumiendo. Por ejemplo, el tratamiento con sulfonilureas aumenta el riesgo de hipoglucemias al consumir alcohol, y el tratamiento con metformina el riesgo de acidosis láctica.

Finalmente, si el estado de la diabetes es avanzado hasta el punto de requerir de insulina exógena, estaríamos ante un caso muy parecido al de pacientes con diabetes tipo 1 y el riesgo de sufrir hipoglucemias reactivas al consumo de alcohol es real y se deberían tomar las mismas precauciones.

Alcohol y diabetes gestacional

El alcohol está terminantemente prohibido durante el embarazo. Podría terminar aquí esta sección, pero voy a explayarme un poco más.

El alcohol actúa sobre todos los componentes del sistema endocrino, es decir, sobre el ambiente hormonal, pudiendo afectar al desarrollo del bebé. Lo hace por distintas vías.

Por un lado estimula la liberación de corticoides, lo que puede retrasar el desarrollo del bebé y de su sistema inmune. Además, atenúa la normal elevación en embarazadas de la globulina fijadora de hormonas sexuales (SHBG).

También afecta a las hormonas tiroideas, mediante la disminución los niveles de la hormona estimulante de la tiroides (TSH) y de la conversión de T4 a T3, que es la forma activa.

Como ya hemos visto más arriba, el consumo de alcohol inhibe la hormona del crecimiento, que no solo retrasa el crecimiento del cuerpo sino también el del cerebro del bebé en desarrollo.

Los efectos perjudiciales sobre el bebé continúan después del nacimiento. Sus niveles de hormona del crecimiento durante la infancia son menores. También se producen cambios en la actitud del niño, como un aumento de la hiperactividad y de la impulsividad, además de una mayor liberación de cortisol en respuesta al estrés. Finalmente, también se reducen el desarrollo de los testículos y los niveles de hormonas sexuales.

Por tanto, en embarazo, desde mi punto de vista, no hay dosis segura. Aquí no está en peligro tu salud, sino la del bebé.

Conclusión

El consumo de alcohol es un tema delicado. No se deben hacer recomendaciones porque, aunque pequeño, un porcentaje de las personas que lo consumen podrían desarrollar adicción por él.

Los distintos estudios muestran que un pequeño consumo diario podría resultar saludable. Las cantidades consideradas seguras en la mayoría de ellos no superan los 30g diarios, algo menos en mujeres. Sin embargo, los estudios más precavidos aconsejan dosis máximas de 16g diarios (una copa de vino).

Como ves el efecto que tiene el alcohol sobre el paciente con diabetes depende del tipo de diabetes. El riesgo de sufrir hipoglucemias en diabetes tipo 1 es real, aunque un consumo bajo podría considerarse seguro. En diabetes gestacional está terminantemente prohibido. En cambio, en pacientes con diabetes tipo 2, un consumo pequeño podría ser una opción interesante.

Respecto al tipo de bebida, los beneficios del consumo de alcohol residen en los componentes que acompañan a dicho alcohol: los compuestos bioactivos. Estos están en bebidas fermentadas, como la cerveza y muy especialmente el vino tinto.

Obviamente podríamos incorporar estos polifenoles por otras vías, no obstante, no veo el problema en hacerlo mediante una copa de vino.

 

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